Antes de que se inventara el término «diseño gráfico», el cartel ya se había convertido en su más popular manifestación. A finales del siglo XIX, las grandes ciudades europeas, con París a la cabeza, se convirtieron en extensas galerías de arte al aire libre, gracias a la proliferación de carteles que anunciaban cabarets, cigarrillos o bebidas más o menos espirituosas. Para un diseñador contemporáneo, el cartel suele ser una pieza más —con frecuencia, no la primordial— de una estrategia de comunicación declinada en diversos soportes. No he frecuentado mucho las agencias de publicidad, así que mi desempeño en este terreno ha ido siempre de la mano de clientes institucionales o de eventos culturales para los que he podido trabajar con bastante libertad.