Trabajar, como ilustrador, bajo la dirección de otros diseñadores es muy estimulante. Tanto en Penguin como en Pòrtic o Paidós, he tenido la oportunidad de crear la imagen de cubiertas que respondían a un diseño de colección muy codificado. Cuando me ha tocado a mí ser el responsable de la gráfica, también me ha sido muy útil aprovecharme de mis propias habilidades como ilustrador y hacer que tipografía e imagen entraran en un diálogo más íntimo, como en la cubierta de El idiota (Penguin) o en Volver a ser niño (Paidós). Nunca he sentido la tentación de desarrollar un estilo fácilmente reconocible, lo que me ha dado cierta libertad y, sobre todo, la posibilidad de esquivar el tedio que produce jugar a ser uno mismo.